La patrulla llega a toda velocidad hasta la entrada de urgencias del Hospital San José, a escasas tres cuadras de la llamada calle del ‘Bronx’, en pleno centro de Bogotá. Trae a un hombre acuchillado y moribundo.
En la camioneta, para establecer la gravedad de sus heridas, le han quitado la ropa: una cobija, un saco de lana, un pantalón y unos zapatos cuyo color no se distingue por la suciedad y que, además, están lavados en sangre.
Todo queda tirado en la calle una vez la camilla se pierde por la puerta de urgencias con un paciente más muerto que vivo. No pasan cinco minutos antes de que otros habitantes de la calle más temida del país recojan cada prenda rota y maloliente. Para ellos no hay nada desechable: se trata de simple supervivencia.
Así era el día a día de centenares de personas perdidas en la droga que hasta hace una semana deambulaban por el ‘Bronx’, la olla más grande del país desmantelada por una megaoperación de la Fiscalía, la Policía y la Alcaldía que aún sigue en marcha.
Esos mismos hombres y mujeres que alquilaban cobijas para pasar la noche por mil pesos y que pagaban otros mil por una sola comida al día (el ‘combinado’), desvalijan en hordas los carros que quedan atrapados en los trancones del centro de la ciudad. Pero ni siquiera miraban las camionetas de lujo que se aparecían por el lugar con clientes llegados de afuera para alguno de los negocios oscuros que se movían allí: ‘fumaderos’ de todo tipo de droga, prostitución infantil, peleas callejeras y asesinatos o secuestros exprés para ajustar cuentas.
Después de más de un año de investigación, Fiscalía y Policía lograron descifrar una de las claves para el ingreso a esa zona vedada hasta para las autoridades: los carros de los ‘clientes VIP’ entraban marcados en las llantas con tinta roja y el que se atreviera a tocarlos tenía que vérselas con las represalias de los temidos ‘sayayines’.
El ‘portafolio’ criminal que por décadas se movió en el ‘Bronx’, que no es una calle sino tres (una principal y dos que confluyen en una ‘L’), sorprende. Allá se podían contratar sicarios cuyos servicios iban desde 200 mil hasta tres millones de pesos; comprar ‘bichas’ (dosis) de basuco a 1.200 pesos; o conseguir sexo por 10 mil pesos.
Un cupo en las ‘pistas’ de peleas valía 200 mil pesos y había un taller especializado en cambiar en pocas horas la pintura y las placas de carros robados. Centenares de máquinas tragamonedas de 100 pesos aseguraban también que los mismos habitantes de calle que les vendían a los ‘duros’ del ‘Bronx’ los espejos, luces y boceles robados a los carros les volvieran a dejar la mitad o más de lo que les pagaban, pues la macabra estrategia pasaba por enviciarlos no solo a las drogas, sino a las maquinitas.
En el ‘Bronx’ por día, según investigadores, los cuatro ‘ganchos’ (bandas) podían mover hasta 130 millones de pesos. Allí se conseguía sin restricción marihuana, cocaína, popper, drogas sintéticas, basuco, ácidos y todo tipo de licores (nacionales, importados y, por supuesto, adulterados). Todo, según el cliente.
En el expediente de la Fiscalía aparece el caso de una mujer que entró a consumir droga y, después de empeñar joyas y celular, terminó secuestrada. “En la noche, la deuda que empezó al mediodía en 150 mil ya había subido a 300 mil. Como no tenía cómo pagar, se llamó a la familia y se le pidieron cuatro millones de pesos para poder sacarla. Si no, pues se moría”, dijo un testigo.
Matar y desaparecer la evidencia no eran problema en el ‘Bronx’. La Fiscalía cree que en tres años, por lo menos 15 personas fueron desaparecidas. También se sabe del pago de $ 180 mil a empleados de empresas de aseo para llevarse ‘paquetes’ (cuerpos), producto de las vendettas que empezaron en el 2008 entre los ganchos ‘Manguera’, ‘Homero’, ‘Escalera’, ‘Mosco’, ‘Nacional’ y ‘América’ (ya desaparecido) por el control de las calles malolientes y edificios caídos.
En la última semana se han recibido testimonios de habitantes de calle que presenciaron las atrocidades. Esa información será acopiada por la Fiscalía para judicializar a los nuevos jefes de las redes e imputar cargos.
“Las torturas iban desde golpes con martillos en la cabeza, cortes en la piel, choques eléctricos, que muchas veces llevaban a la muerte”, dijo un policía de la Metropolitana y quien advirtió que tienen 25 casos comprobados de secuestro en los últimos tres años.
Pero los crímenes no solo se cometían allí. Ocho cuerpos desmembrados han sido encontrados en diferentes zonas de Bogotá en lo corrido de este año. No se ha podido hallar a las cabezas, pero todas las pistas apuntan a que corresponden a los ajustes de cuentas ordenados desde el sector.
Investigadores de la Sijín han documentado 30 homicidios en el ‘Bronx’, pero la cifra podría estar cerca de los 60. Un testigo protegido por la Fiscalía señaló que el jefe del gancho ‘Nacional’ “cada vez que se siente en peligro manda matar” y que a finales del 2015 ordenó asesinar a tres de los que manejaban una olla de Ciudad Bolívar, a quienes quería sacar del mercado. Fue uno de los que lograron escapar de la mega redada del pasado fin de semana.
Personajes de un lugar sin ley llamado ‘Bronx’
‘Sayayines’, el ejército privado
“A mí me contrataron por cuatro millones de pesos al mes. Trabajábamos en turnos de 24 horas y teníamos que vigilar a quienes entraban y salían, si pagaban la droga, las prostitutas y que no se metieran sapos. Lo más grave, asesinar”, dijo a EL TIEMPO uno de los integrantes del brazo armado de seguridad del ‘Bronx’, conocidos como ‘sayayines’.
Habitantes de la calle, víctimas
“Yo empecé a consumir a los 13 años. Me salí de la casa y para sobrevivir en la zona me robaba los espejos de los carros. La olla se volvió mi casa”, dijo uno de los hombres que vivían en el ‘Bronx’. Ellos eran consumidores diarios, hacían mandados. Servían de campaneros y eran clave para mantener el ambiente de tierra de nadie en la zona.
‘Taquilleras’, las que venden drogas
“Me dijeron que me iban a pagar 300.000 pesos por turno por vender la droga en el ‘Bronx’”, contó Lady*, joven de 17 años que fue reclutada por un ‘sayayín’. Ella era una de las llamadas ‘taquilleras’ y alcanzaba a vender más de cinco millones en sustancias en una noche. Al final fue secuestrada, violada y obligada a prostituirse. Fue rescatada por la Policía.
Trabajadoras sexuales
“Primero me regalaron la marihuana y el basuco; me enviciaron, me la empezaron a cobrar, y al final, me prostituyeron a cambio de la droga”. En el ‘Bronx’ había desde menores de edad que se prostituían por diez mil pesos hasta mujeres que recibían cinco millones de pesos. Muchas de estas niñas, entre los 11 y los 17 años, ahora tienen protección del ICBF.
Este lugar queda en la localidad de Los Mártires.
FOTO: Juan Manuel Vargas. El Tiempo.
Tomado de EL TIEMPO.